Atacama: El desierto más seco del planeta

San Pedro de Atacama, Mayo de 2013...

Estoy convencido de que en el mundo existen determinados sitios con una magia, energía, onda, llámalo como quieras... especial, palpable. Y si eres capaz de abrir todos los canales receptivos de tu organismo, frenas, detienes tu ajetreado camino y te conectas con el entorno, no sólo eres capaz de percibirlo, sino que estos te reportan un plus de agustismo que no tienes en otros lugares... En mi caso esto lo he percibido en España especialmente en el Cabo de Finisterre y el Camino de Santiago, las playas de Cádiz y el Cabo de Gata, y durante este viaje en el Cabo Polonio en Uruguay, en la Tierra del Fuego en Argentina, y por última vez en el pueblecito de San Pedro de Atacama en Chile.

En la parte de arriba de este estirado país, en medio del desierto más seco del planeta, lindando con la mismísima Cordillera Andina, se encuentra este pequeño pueblo de casas de adobe y calles de tierra, donde el turismo ha hecho que sus habitantes, los atacameños, hayan ampliado sus modos de vida, ligados desde finales del siglo XIX fundamentalmente a la explotación minera del cobre y posteriormente de litio en los enormes salares del altiplano. Se le llama altiplano andino, puesto que estas enormes llanuras de tierra, y en algunos casos de sal también, se encuentran a una altitud de 4000 metros ¡como mínimo!

Lo que ya hace que este sitio sea espectacular en cuanto al paisaje, y transmita esa energía especial de la que hablaba antes, es que aquí, la cadena andina la forman en vez de altas montañas, solitarios y enormes volcanes, que van desde los 4500 metros de altitud hasta los 6000 y pico metros. Y si además llegas al comienzo del invierno y tienes la suerte, de que llueve en esas tierras secas (por lo tanto nieva en las altas cumbres), la panorámica es inigualable.

En San Pedro de Atacama descubrí valles casi marcianos, que muestran a quien sabe leerlos, (o tiene la suerte de darse una vuelta con un geólogo ;)) el pasado de una tierra que antes de ser volcánica era parte de un Pacífico, que con la irrupción de los Andes en escena, tuvo que retirarse para dejar aquí enormes mares salados, evaporados por el calor del desierto... 

Muestra también en sus estratos, innumerables erupciones volcánicas de tiempos pasados y una tierra roja que apabulla al mirarla en la profundidad de sus valles. 

El Salar de Atacama, donde los flamencos tienen su hogar, el fondo del Valle de Marte con su montículos en forma  de "cartón de huevos", el Valle de la Luna donde la puesta de su dos soles hace que te situes en un libro de Julio Verne casi sin esfuerzo, y las vicuñas y llamas que pueblan este desolado paisaje en la puna altiplánica, recordando que aún aquí, la vida pervive, han dejado en mi retina una huella imborrable y el continuo convencimiento de la grandiosidad de nuestro precioso planeta.

Por último y para cerrar este increíble alto en el camino, una noche de observación del cielo atacameño, a través de un telescopio. Aquí con los cielos despejados prácticamente todo el año y a 4000 metros de altitud se encuentra el observatorio internacional más grande del mundo, conocido como ALMA, y allí durante un par de horas y por 15.000 pesos chilenos, unos veinte euros, pude descubrir que Acrux, la estrella más cerca del horizonte de la mítica Cruz del Sur la forman relamente dos estrellas, pude verle hasta los anillos a Saturno! Y prácticamente bañarme en Mar de la Tranquilidad de nuestro maravilloso satélite natural, que linda lucía Catalina!

Puff... Como veis el descubrimiento de esta remota región chilena, ha dado para seis días increíbles, pero he conocido a gente que simplemente pasaba por aquí, y se quedó. Y lo cierto es que no me sorprende para nada, una vez más os dejo con las fotos, que pretendo que os lleven al menos un poquito de esta mágico desierto.

¡Un abrazo a todos!