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Sentir que el Universo habita en ti.

Amanecer en el Mar de Bohol.

Hace un tiempo que he abandonado el paraíso perdido y los sentidos aún coletean en mi interior, exhaustos ante los estímulos vividos en esta última etapa en las Filipinas. Tras poner cara al miedo en la isla de Cebú, tal y como os contaba en la entrada anterior, mis pasos cruzaron a la isla vecina, la isla de Bohol, dónde pude conocer a uno de los habitantes más peculiares que he llegado a conocer durante esta aventura filipina, el segundo primate más pequeño del mundo, el tarsero.

Tarsero Ojoplaticus.
Este pequeño primate que habita tan solo en alguna de las islas de Indonesia y en un par de las Filipinas, puso de nuevo en mi cabeza el debate de cómo el hecho de llevar a una especie al borde de la extinción por sus características únicas, se ha convertido ya de por si en un reclamo turístico. Así que de nuevo y una vez más, se planteaba en el camino la disyuntiva de cómo actuar, siguiendo la marabunta de turistas que durante el día pasan a cientos por los pasillos de una especie de bosque enjaulado, para poder ver los preciosos y ojipláticos ojos del tarsero, o no contribuir a esta realidad, respetando a la naturaleza y a quienes la habitan, con la mayor pulcritud que sea capaz, es decir, sin molestarles en su hábitat para no contribuir con mi acción al impacto.

Una vez más, fue el propio camino el que me aportaría la solución, puesto que esta apareció como por arte de magia, al oír hablar de un centro de recuperación de tarseros en el corazón de la isla, en dónde debido a su labor, el planteamiento para conocer a este peculiar primate que cabe en la palma de la mano, entroncaba bastante más con mi filosofía. Y tras algo de información y aprendizaje sobre la vida tarseril, a muy primera hora de la mañana pude admirar, desde el más absoluto respeto, la inmensidad que reside en sus ojos, fue amor a primera vista.

Había alquilado una escúter la noche anterior, cinco dólares al día me parecía un justiprecio para las posibilidades que se abrirían ante mis ruedas, y si bien Bohol es bastante grande, mi pequeño Rocinante me permitió recorrer muchas de pequeñas carreteras locales que atraviesan la parte sur, pero sobre todo me permitió conocer a la mejor anfitriona de todas las Visayas, su nombre… Elvie.

Elvie vive en una de las 7.000 islas del archipiélago filipino, madre de tres hijos, rezuma la vitalidad de las personas que afrontan cada día como representante único de la vida. Y aunque costó un poco vencer la desconfianza que protege al viajero cuando las personas se acercan a ti por el interés, (un escudo eficaz, pero un escudo al fin y al cabo…) una vez bajado, tuve el placer de poderme perder en su pequeña y remota isla durante unos días, y fue allí donde sin duda alcancé el cenit de mi viaje por las Islas Filipinas.

Habité una pequeña cabaña construida enteramente de bambú, y aunque la comodidad, a medida que avanza el viaje, se empieza a dejar ver como lo que es, una pequeña barrera que impide la conexión total con el lugar que como viajero te has propuesto conocer, en este caso estaba instalada también en aquella pequeña choza, no había nada más que pudiera necesitar que lo verdaderamente imprescindible, y sin embargo el lugar era perfecto, formaba parte de lo mismo, esa pequeña casa habitaba el lugar en el que se hallaba con la misma sintonía que lo hacían las palmeras, la arena, los cocos, e incluso las personas.

Marea baja en Anda
Llegar a la isla de Elvie, fue también rodearse de vida, pues la cantidad de niños que correteaban en la playa era ingente, y cuando crucé la isla andando, (en apenas veinte minutos),  aparecían niños como si aquello fuese una guerra de guerrillas. Y como si de algo no entiende la vida es de fronteras, bajo la superficie del cristalino agua que rodea el paraíso, habita una explosión de color de tal magnitud que al sumergirme en aquel bosque de coral abrí tanto los ojos que me recordé al tarsero: -“¿cómo puede existir bajo el agua tanta belleza?, tanta cantidad de color…, no, ¿en serio?”. 
Sinceramente mis sentidos no daban abasto ante tantísima belleza natural. Y todo a un paso de la playa. ¡Qué bonito es el mundo, que increíble la vida joder!

Sostenibilidad
Pero aquella isla aún me guardaba bastantes más regalos, pues otro de los días, Elvie me propuso, esta vez pagando unos pocos dólares para la gasolina y el capitán de la embarcación, su excuñado, (llegué a pensar que allí solo vive una familia, pero muy grande, pues todos eran "algo" los unos de los otros), navegar a cierta distancia de la isla para intentar localizar un banco de delfines que habitualmente habita los alrededores, y al que antes los habitantes de la isla acudían para cazar y para comer. “¿Qué si me apetece ir a ver delfines libres?, ¡no… que va!, ¡pues claro Elvie!”, así que allá fuimos, mecidos por el run run de la mini embarcación, nos fuimos adentrando en el Mar de Bohol, para bailar con delfines. Pocas sensaciones de libertad he tenido tan parecidas a navegar sentado en la puntita de proa de aquella embarcación chiquita mientras a escasos 20 cm de mis pies una manada de delfines rasgaba la superficie del agua con sus aletas y sus piruetas de complicidad.

Belleza Universal
La última noche en el paraíso, en dónde anduve pensando en habitar por una larga temporada más, dormí en la playa, mecido por el constante sonido del mar y ante la presencia de un derruido torreón español. La bóveda celeste se convirtió esa noche en el techo de mi habitación, entre estrellas perdí mis pensamientos, me olvidé de todo, de los primeros navegantes que me acompañaron vestidos de invisibilidad durante esos días, de las ilusiones y angustias con la que el futuro silva desconcertando el presente, del ruido extraño bajo la arena que inquietaba mi observación, simplemente me dejé ir, conecté desde mis sentidos con la humedad del aire, con el sonido del agua y lo solté todo para ser parte de todo, me sentí conectado al Universo de una forma tan perceptible y real, que sinceramente, me cuesta incluso ponerle palabras. Sentí la verdad que reside tras la frase que dice que: “el Universo entero habita en ti.”

Pequeño parón navideño y nos vemos a la vuelta del año...


¡Ciao!


Plus Ultra
Sentir que el Universo habita en ti. Reviewed by Miguel Tárrega Fernández Mellado on 2:02:00 Rating: 5

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