Hanoi. Aprendiendo a cruzar vietnamita
“El caos es la partitura en la que está
escrita la realidad“.
Henry Miller
Hanoi, 8 de Junio de 2016.
Mi primera gran aventura por el
continente asiático empieza a orillas del río Rojo, en una ciudad milenaria,
decidida a hacer del aparente caos su bandera. Hanoi, que significa “dentro del
río”, regala al viajero que se aventura a conocerla, un caos de seis millones y
medio de personas, bañado en una humedad que en esta época del año, época de
monzones, casi puedes moldear.
Mis huellas comienzan a orillas
de uno de los grandes lagos que salpican la ciudad, el lago Hoan Kiem (lago de
la espada devuelta) pues cuenta la tradición vietnamita que el Cielo envió al
emperador Lê Lợi una
espada mágica para expulsar a los chinos de la dinastía Ming de estas tierras, esta
espada llamada Thuận Thiên, voluntad
celestial
(por lo visto también aquí son muy de poner nombre a las espadas), podía
multiplicar el poder de un hombre por el de 1.000… El caso es que tras ser
utilizada para tal fin y con éxito, la misma tortuga gigante (animal que
simboliza la sabiduría y la longevidad) la devolvió a sus propietarios celestiales,
sumergiéndola en el fondo del lago. Y seguramente que fue así como pasó, ya que
después de un par de semanas observando esta ciudad empiezas a creer que todo
es posible.
Puente sobre el Lago Hoan Kiem
Lago Hoan Kiem
Pagoda de la Tortuga en el centro del lago Hoan Kiem
Una vez que mis ojos se
acostumbraron al caos y a la cantidad de información que recibían entre
pestañeo y pestañeo de incredulidad, me lancé a la calle dispuesto a probar la
que según dicen es una de las cocinas más variadas del mundo, de base
fundamentalmente vegetariana, y el caso es que todo iba bien hasta que me senté
a probarla (como si fuese del barrio de toda la vida), en uno de los miles de
puestos callejeros en los que comen los vietnamitas, y en ese momento me di
cuenta de que el asunto no iba a ser tan idílico cómo me había imaginado, ya
que por sorpresa y en un vietnamita cerrado, apareció de la nada la que parecía
ser la camarera preguntándome… algo, ¿el qué?, ni idea, pero el caso es que yo
le respondí en un perfecto castellano: -“lo mismo que todos” :P ya que según
había leído cada puesto se especializa en un plato de comida, y ella sin volver
a emitir sonido alguno, se fue, y apareció al instante con lo que luego resultó
ser el plato típico del norte de Vietnam el Pho Bho, o sopa de fideos de arroz,
que además de bastante insípida es especialmente escurridiza (cuando la comes
con palillos…), total que me quedé con cara de... voy a pasar más hambre...
Decidido a que no fuese así y
movido por el rugir de tripas, al día siguiente me propuse comer carne, y
observa que te observa, puesto a puesto, fui intentando reconocer alguno que
entre su mar de sillas liliputienses, ofreciese alguna sopa con acompañamiento
parecido a carne, y a ser posible de pollo, pues levantó mis sospechas el no
haber visto ningún perro, y casi siempre suelo fijarme, ya que su estado de
alimentación es un buen indicativo de la abundancia o la escasez que existe de
comida sobrante en un sitio, y en este caso, como en tantos otros durante estos
días, mis referentes viajeros no sirvieron de nada, pues si amigos, allí la
carne de perro, se come de forma generalizada, y aunque uno viaja para
descubrir, necesitaba algunos días más para mentalizarme de esta realidad
concreta. Al final, como pasó con la espada del lago, acabó apareciendo del
cielo una carta de un restaurante familiar que tenía tanto fotos, como traducción
al inglés, así que bueno, pude probar una sopa, otra más, (en este país Mafalda
hubiese sufrido de lo lindo…), esta con pollo, lechuga, menta y cacahuetes, que
ni tan mal, porque como dice el sabio refranero castellano, “a buen hambre no
hay pan duro”.
Hanoi, la ciudad de las sillas pequeñas
Superados los problemas iniciales
con la comida pude centrarme en aprender cómo se cruza en vietnamita, ¡todo un
aprendizaje no creáis!, ya que aquí nadie respeta ni la dirección de las
calles, ni los semáforos (los pocos que existen), y no os cuento ya los pasos
de peatones… Además la moto es el medio de transporte masivo en Hanoi, y si no
tiene una moto cada habitante poco faltará, por lo que las calles son como
mares de motos.
Para aprender a cruzar vietnamita
en primer lugar observé al resto de peatones oriundos del lugar, y vi que la
solución para jugarte la vida con cierta posibilidad de éxito consistía en
elegir entre: esperar con los brazos cruzados a que en algún momento del día no
pasasen motos, algún hueco encontrarás, eso sí, al llegar la noche…, intentar prever
la dirección que va a seguir cada una de las motos en base a lo que tu hagas (pinta
difícil controlar a todas…), o asumir que siempre va a haber motos y avanzar entre
el torrente motorizado con paso decidido, despacito pero sin dudar, y sucede
que en vez de intentar evitarlas, ¡son ellas las que te evitan a ti!, así que
tras unos días, paseas por las calles cruzando por donde quieres y sin “casi” prestar
atención al tráfico, confiando en que tus reflejos sean lo suficientemente
buenos como para hacer un corte al más puro estilo taurino…. como en un solo
caso me pasó.
Y será que ya se me está pegando
esto de las metáforas de “dar cera y pulir cera”, pero el caso es que en este
momento el viaje puso un regalito en mi cabeza, sin yo saberlo, que abriría después
en la calma de la noche. El mismo consistía en lo que he bautizado como “la
metáfora de la moto”, y es que para hacer lo que tú quieres, puedes (igual que
aprendiendo a cruzar vietnamita), esperar a no tener ningún problema en tu
vida, intentar analizar cada uno de tus problemas para prever sus
consecuencias, o “cruzar” directamente siendo consciente de que estos existen,
pero si condicionar tus pasos en base a los mismos, confiando en ti y en tus
recursos para torearlos llegado el caso.
Bueno amigos, podría contaros
muchas cosas más, desde el increíble caso del australiano motero, hasta el
resultado de intentar ejercer el marquesado del desayuno (el cual ostento en
tierras españolas) por estas lejanas tierras, pero lo dejo para otra ocasión. Esperando
haberos transmitido al menos un poquito de esta surrealista ”ciudad del caos”, me despido hasta la siguiente entrada.
¡Un saludo a todos!
Miguel
Hanoi. Aprendiendo a cruzar vietnamita
Reviewed by Miguel Tárrega Fernández Mellado
on
1:56:00
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